Este médico húngaro propició que, con su método para lavarse las manos, se salvasen miles de vidas de parturientas y recién nacidos hace ya 150 años al evitar la transmisión de infecciones como la fiebre puerperal. En su época, sus ideas fueron denostadas y fue tildado de charlatán, pero la historia ha demostrado que su gesto marca la diferencia.
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