Investigadores retroceden mil años la aparición de esta práctica amorosa, que se extendió a otras regiones al tiempo que propagaba el virus del herpes simple
Ya sean amistosos y familiares o románticos y sexuales, los besos están ligados a la cultura humana. Los primeros se practican a lo largo de casi toda la geografía del planeta, mientras que los segundos no son universales: generalmente, son las parejas de sociedades estratificadas y complejas las que juntan sus labios durante un tiempo más o menos prolongado. En muchas tribus de África, por ejemplo, a nadie se le ocurriría hacer algo así.
Un manuscrito del año 1500 a.C. hallado en India ha sido considerado en algunos estudios como el primer registro conocido de un beso de amor. Desde allí, estimaban sus autores, este comportamiento pudo haberse extendido a otras regiones, acelerando al mismo tiempo algo mucho más desagradable: la propagación del virus VHS-1, responsable del herpes labial tal y como hoy lo conocemos.
Sin embargo, investigadores de la Universidad de Copenhague sugieren este jueves en la revista 'Science' que el beso ya era una práctica bien establecida hace 4.500 años en distintos lugares del Medio Oriente, como reflejan algunos escritos en tablillas de arcilla que han sido pasados por alto. Esos serían los primeros besos registrados, porque probablemente, subrayan, ya se daban mucho antes. Y con ellos, las molestas llagas en los labios.
La escritura cuneiforme, en tablillas de arcilla, surgió en la antigua Mesopotamia, en lo que hoy es Irak y Siria. Miles de estas tablillas, escritas principalmente en sumerio y acadio, han sobrevivido hasta el día de hoy. «Cuando se inventó, la escritura se empleaba principalmente para la administración y los textos de otros géneros solo aparecieron gradualmente. Las primeras referencias a los besos se encuentran en narraciones mitológicas sobre el comportamiento de los dioses. Un poco más tarde (especialmente a principios del segundo milenio a. C.) hallamos referencias claras a los besos en documentos privados«, explica Troels Pank Arbøll, experto en la historia de la medicina en Mesopotamia. »No hay muchos textos de este tipo, aunque es difícil estimar exactamente cuántos porque algunos son copias duplicadas del mismo. Lo que está claro es que se trata de ejemplos de besos romántico-sexuales», mantiene.
Actos eróticos
En algunos textos, en efecto, los besos se relacionaban con los actos eróticos, posiblemente como una actividad postcoital, y se daban en los labios. Se consideraba que eran propios del matrimonio, aunque también podían repartirlos solteros enamorados. Dos textos del 1800 a.C. son especialmente reveladores. Uno describe cómo una mujer casada pudo haberse descarriado al ser besada por otro hombre. Y el segundo narra cómo una mujer soltera juraba haber evitado el beso de un varón. El llamado 'cilindro de Barton', un texto mitológico escrito en sumerio alrededor de 2500-2350 a. C, habla de dos deidades, el Cielo y la Tierra, que se besan, con embarazo de siete mellizos como consecuencia.
Para Arbøll, lo que está claro es que el beso romántico «no debe considerarse como una costumbre que se originó exclusivamente en una sola región, como se ha propuesto para la India, sino que tuvo múltiples orígenes, en un área geográfica amplia que incluye claramente Mesopotamia e India», señala. Quizás también Egipto, aunque allí «la evidencia es más ambigua. Al principio de la historia egipcia, las traducciones difieren en cuanto a si se trataba de besar o de oler. En fuentes posteriores, besarse parece más seguro».
Pero si uno busca un solo punto de origen, «probablemente se encontraría mucho más atrás, en la prehistoria», añade el investigador. Estudios anteriores han sugerido que el beso sexual evolucionó con el propósito de evaluar aspectos de la idoneidad de una potencial pareja, a través de las señales químicas comunicadas en la saliva o el aliento, al tiempo que aumenta los sentimientos de apego.
El beso también está atestiguado en otros animales, como los bonobos y los chimpancés, los parientes vivos más cercanos a los humanos. Como afirma Sophie Lund Rasmussen, coautora del artículo, esto sugiere que esta práctica «es un comportamiento fundamental en los humanos, lo que explica por qué se puede encontrar (en alguna de sus facetas) en todas las culturas». Incluso se sospecha, por la transferencia de microbios, que los neandertales pudieron besarse con miembros de nuestra especie, los sapiens, hace 100.000 años. «Por supuesto, esto sigue siendo hipotético. Del mismo modo, puede haber algunas figurillas prehistóricas que representen a una pareja besándose, pero tampoco están claras. Con todo, apunta a que el beso tiene una historia más larga», subraya Arbøll.
Transmisor de enfermedades
Además de su importancia para el comportamiento social y sexual, la práctica de besar pudo haber desempeñado un papel clave en la transmisión de microorganismos, lo que podría haber causado la propagación del virus del herpes simple 1 entre los humanos.
Algunos de los numerosos textos médicos antiguos de Mesopotamia mencionan una enfermedad conocida como bu'shanu (el nombre deriva de un verbo que significa «apestar»), cuyos síntomas recuerdan a los causados por las infecciones por herpes simple. «La enfermedad de bu'shanu se localizaba principalmente en o alrededor de la boca y la garganta, y los síntomas incluían vesículas, que es uno de los signos dominantes de infección por herpes», comenta Arbøll.
«Si la práctica de besar estaba muy extendida y bien establecida en una variedad de sociedades antiguas, los efectos de besar en términos de transmisión de patógenos probablemente deben haber sido más o menos constantes», añade Rasmussen. Un estudio publicado el pasado año por la Universidad de Cambridge sugería que la cepa del virus HSV-1 surgió hace unos 5.000 años a raíz de las grandes migraciones de la Edad de Bronce a Europa desde las estepas euroasiáticas. Según sus conclusiones, el florecimiento del herpes simple en el neolítico, detectado en el ADN de aquella época, podría haber coincidido con el advenimiento de los besos románticos.
Sea como fuere, el beso llegó para quedarse. Ni el herpes ni ninguna otra enfermedad contagiosa han podido poner freno a una de las prácticas que mejor expresa las emociones humanas. Los besos 'de película' no los inventó precisamente el cine.
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